lunes, 28 de noviembre de 2016

EL PUERTO DE BENASQUE Y EL HOSPITAL DE BENASQUE

EL PUERTO DE BENÁS-PORTILLÓN DE

 BENASQUE-PORT DE VÉNASQUE Y 

EL HOSPITAL DE BENASQUE





VISTA DESDE LA RENCLUSA


La cordillera de los Pirineos se extiende del Mediterráneo al Atlántico a lo largo de quinientos kilómetros, formando una barrera natural de montañas, entre las que, muchas de ellas sobrepasan los 3.000 m.s.n.m., creando una frontera física, que separa Francia al norte, y España al sur.

Desde tiempos inmemoriales, esta barrera natural, jamás impidió el tránsito de persona, animales, ni el comercio entre ambas partes, salvo cuando el crudo y blanco invierno obstaculizaba los caminos, y sobre todo los de montaña.

Tras diez años de guerra entre España y Francia, guerra que ganó Francia, en 1659 se firma el Tratado de los Pirineos en la Isla del Faisán, isla que se encuentra justo en medio del rio Bidasoa.

Dicho tratado, fue firmado por Luis de Haro, en representación de Felipe IV de España, y el cardenal Mazarino, representante de Luis XIV de Francia. El Tratado fijo la frontera entre ambos países siguiendo los Pirineos, a excepción del enclave de Llivia y el Valle de Arán.

Pero el deslinde y señalización  de los pasos fronterizos o mugas, se estableció entre 1853 y 1868 en el llamado Tratado de Bayona.

En este periodo solo se logró deslindar 685 kilómetros de frontera mediante 663 señales fronterizas, que identificaban y catalogaban las mugas de paso entre los dos países, y la consolidación de las aduanas.

Mapa de Pirineos

No obstante, como decíamos, el uso de estos pasos, fronteras o mugas, se remontan a muchos siglos antes de su señalización y reconocimiento como fronteras y aduanas.

Ciñéndonos al ámbito geográfico al que hace referencia este artículo, en el Valle de Benasque hay nueve puertos que comunican dicho valle con Francia, algunos de ellos, rozando los 3.000 m.s.n.m., pero por su importancia y como verdaderas vías de comunicación, solo haremos referencia al Puerto de la Glera, señalado como muga nº 331, Puerto de Benasque, señalado como muga nº 332 y la Picada, que nos conduce al Port de la Escaleta, muga nº 333

Portillón de Benasque con el Aneto al fondo.

Estos pasos han permitido el tránsito de personas, animales y mercancías durante siglos, siendo el más utilizado durante la Edad Media, el Puerto de la Glera con 2.367 m.s.n.m.



Este puerto comunicaba el valle de Benasque en España, con el vallée de la Glère de Luchón en Francia.

En ambas vertientes, existían sendos hospital, el de Saint Jean de Jouéou en el lado francés a 1.005 m.s.n.m. denominado hospice, y el hospital viejo de Benasque ubicado al pie mismo del puerto de Glera en la vertiente española a 1.775 m.s.n.m.

Restos del primer Hospital de Benasque del siglo XII

Ambos hospitales datan del siglo XII y eran regentados por la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Otros hospitales, como el de Somport, Peyranera, Socotor y Gabás, pertenecían a los canónigos agustinianos de Somport.


Base fotográfica de Google y rotulación de Jorge Mayoral. (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque)

El cometido de estos establecimientos era la asistencia a viajeros necesitados y peregrinos, en una palabra, practicar la hospitalidad, virtud caritativa para con extranjeros y desconocidos recomendada a los cristianos.

Todos los pasos más frecuentados en los Pirineos, han contado con hospitales al pie de cada una de sus vertientes, entre ellos podemos nombra los españoles con su réplica francesa: Santa Cristina en Somport, con  Peyranera,  Hospital de San Nicolás de Bujaruelo, con el de Garvarnia,  Hospital de Parzán con el de Plan de Aragnouet, Hospital de Gistaín, con el Rioumajou.


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Hospital de Santa Cristina de Somport







Hospital del Plan de Aragnouet (Valle de Aura), capilla llamada "de los Templarios" (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque)




Hospital de Bujaruelo, hacia 1900. Fonds Bertrand de Lassus.(Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque.)



Hospital de Gistaín. Centro Excursionista de Cataluña- C.E.C. foto Torrent c. 1930 (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque)




También existían otros, como el Hospital de Viella,  en el valle de Barravés, en las inmediaciones de la boca sur del túnel de Viella.




Hospital de Viella y la Capilla hacia 1930. Fotografo desconocido. Ecomuseo de Esterri de Aneu. (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque) 

El Hospital de Benasque tanto el antiguo, como el nuevo, no solo conectaban con los de Luchón, sino también, con el de la Artiga de Lin en el Valle de Arán.




Hospital y capilla de Artiga de Lin (Valle de Arán) hacia 1917.  Biblioteca de Cataluña, Fondo fotográfico Salvani, foto J. Salvany. (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque.


Nunca, dos hospitales vecinos se situaban a más de una jornada de camino, esto redundaba en una mayor seguridad y en un buen servicio para los transeúntes, lo que los convirtieron en una infraestructura muy importante y necesaria, no solo por el servicio que prestaban, sino, por ocupar emplazamientos muy estratégicos.

En 1320, se acondiciona tallando en la roca, el paso del Puerto de Benasque, paso situado entre el Pico de la Mina y el Pico Salvaguardia, es decir, más al este del puerto de la Glera. Parte de su camino se talló, sobre la roca de la Peña Bllanca, y también se ensanchó su paso a Francia, para permitir mejor el tránsito de animales con sus cargas.


Camino tallado en la roca en la Peña Bllanca

Todos estos puertos: La Glera, Benasque, La Picada, Escaleta etc. Su trazado discurría por los pasos naturales que la propia orografía facilitaba, y tan solo fueron modificados en algunos tramos, como hemos comentado anteriormente en las revueltas de subida por la vertiente española de la Peña Bllanca, en las que se talló el sendero en la roca, en el propio Portillón, y en la vertiente francesa, en la que se construyeron muretes de contención en las revueltas del camino para evitar su deterioro.

Por ello son puertos que solo permitía el paso de personas y animales, y en ningún caso, el tránsito de carruajes.

A finales del siglo XV se produce un traslado hacia oriente de los hospitales, instalándose cada uno de ellos al pie del Puerto Nuevo de Benasque, y ahora denominados: hospital nuevo de Benasque, y Hospice de France.


Luchón (Alto Garona). Hospital de Francia. (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque)



Este cambio obedece entre otras causas, a que, una vez entrados en la Edad Moderna, se produjeron una serie de cambios, uno climático, y otro social, que promocionaron más la utilización del Puerto Nuevo de Benasque, en detrimento del de la Glera.
Los cambios a los que aludo, los podemos resumir a grandes rasgos en dos muy concretos:

·      - Uno climático: la “Pequeña Edad de Hielo” entre los siglos XV y XIX. Por lo que el clima, sobre todo en invierno se vuelve más hostil (se conocen episodios en los que se llega a congelar el rio Ebro) y la vertiente norte del puerto de la Glera permanece más tiempo con nieve y se producen con  más frecuencia las avalanchas.

·    - Otro más de tipo social, las instituciones municipales ganan más protagonismo y  los nuevos hospitales ahora son propiedad municipal, siendo arrendados para su explotación.

En el siglo XVI, y sin perder su denominación de hospitales, estos establecimientos se asemejaron mucho más a simples ventas.

A partir de la mitad del siglo XVII, es decir, a la firma del Tratado de los Pirineos, estos pasos montañosos se convierten en fronteras y aduanas. La proliferación de intercambios económicos entre ambas partes, redundó en un mayor protagonismo de estas vías y de sus establecimientos u hospitales.


Portillón de Benasque, cruz que marca la frontera, a un lado F de Francia y al otro la E de España, del número de muga que es el 332, solo se ve el 3

Desde el momento en que los hospitales son arrendados, la figura del hospitalero, persona que regenta el hospital, toma un rol más definido, el cual, lo marca y lo define su relación contractual con el Ayuntamiento y cuyas funciones y obligaciones, estipula el contrato de arriendo.

Entre las obligaciones del hospitalero que se conocen de los años 1836 y 1838 figuraban las siguientes:

-Permanecer en el hospital durante el periodo que durara el arriendo, excepto del 30 de noviembre al 1 de mayo.
-Dar sepultura a los cadáveres que se encuentren desde el hospital hasta el final del puerto.
-A comienzos de otoño, deberá marcar el camino del puerto, desde el Hospital Viejo hasta la frontera, colocando 18 palos de 12 palmos de altura, que puedan descubrirse bien del uno al otro.
- - Durante su ausencia invernal deberá dejar en el hospital, una reserva de  cuatro “canas” de leña.

·         También se estipulan los precios de las pernoctas, comidas, derechos de paso de ganado etc.

·    El arriendo del Hospital de Benasque de 1836 a D. Antonio Lobera fue adjudicado por 58 duros de plata.

El aumento de tráfico en el Puerto Nuevo de Benasque, hizo que los servicios del nuevo hospital fueran muy importantes para los transeúntes, aunque solo les ofreciera resguardo del mal tiempo y protección en las noches frías.

El Hospital Medieval, al pie del puerto de la Glera, fue abandonado, pasando todo el protagonismo al nuevo hospital al pie del Puerto Nuevo de Benasque.

Desde la construcción del primer hospital, el medieval, el Hospital de Benasque ha tenido tres ubicaciones y cinco edificaciones.

·       La primera ubicación del siglo XII al XVI, el hospital medieval a los pies del Puerto de la Glera hasta 1583.

·         La segunda ubicación de 1583 a 1871 albergó tres edificaciones, todas ellas sufrieron los efectos de los aludes:
o  El segundo hospital del 1583 a 1826 que fue destruido por un alud procedente del Pico de la Montañeta, y en el que murieron cinco persona, entre ellas la mujer e hijas del hospitalero.

o   El tercer hospital de 1826 a 1840, que era una “barraca” construida con los restos del hospital asolado por el alud de 1826.

o   En 1840 se construye el cuarto hospital, en las inmediaciones del segundo hospital. Esta ubicación se demostró poco adecuada, ya que tuvo que ser arreglado en repetidas ocasiones a causa de los ocasionales desplomes de nieve, hasta que en el invierno de 1870-1871, un nuevo alud lo derrumbó por completo.

o   El quinto hospital se emplazó en un lugar más adecuado, a unos 450 metros al Suroeste, y en la orilla izquierda del Ésera, quedando oculto a la vista de los transeúntes que bajaban del Puerto de Benasque, lo que obligó a levantar una señal de piedras en lo alto del cercano Tusal del Vado, para que fuera vista a lo lejos indicando la situación del nuevo y últimos hospital construido en 1872. El nuevo emplazamiento demostró ser el más adecuado, ya que en 137 años de servicio, no ha sufrido ningún percance, en cuanto a aludes se refiere.






La importancia de estas vías de comunicación lo atestigua: lo transitado de estos caminos, la relevancia de las hospederías u hospitales al pie de las mismas, lo vigilados que han sido sus accesos, tanto por soldado, como por carabineros, y el establecimiento de tasas de paso de mercancías.

Es mucha la importancia de estas peculiares vías de comunicación entre ambos países. No debemos de olvidar, que por estos puertos de acceso, no solo pasaron personas, mercancías, bestias, invasiones, etc. También por ellas entraban parte de las nuevas culturas, nuevas modas, en definitiva, el progreso.

La mayoría de estas nuevas culturas, al entrar a nuestro país, encontraron una barrera mucho más infranqueable y menos permeable que los Pirineos, impidiendo que nuestro país accediera a la modernidad.

Esa barrera impermeable estaba formada de acomodados, corruptos y egoístas “gobernantes”, que optaron por el rechazo, y la represión de todo aquello que oliera a Ilustración, progreso o afrancesamiento, para seguir manteniendo a un pueblo en constante agonía, para su propio e insostenible bien estar.

Esto último no ha pasado de moda, en la actualidad, eso sí, con otro estilo y otros “trajes”, pero al menor descuido, el que “gobierna”,  lo intenta.

Bueno, ruego se me disculpe esta licencia que me he permitido, y continuo con la permeabilidad de las fronteras y como montañero, he de decir:

“A través de los puertos y también del Nuevo de Benasque, Portillón de Benás, o Port de Vénasque, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, entró un nuevo movimiento o corriente científico-deportiva: El Pirineísmo”.

Este movimiento no caló en nuestro país hasta finales del XIX y principios del XX, y solo, entre escalas sociales a las que la revolución industrial les trajo un importante desahogo económico, como fue el caso de Cataluña, en donde no solo nacieron los primeros pirineístas de nuestro país, sino, en donde surgió el más potente y comprometido movimiento pirineísta, al que se unieron más tarde, los surgidos en el País Vasco, Madrid y Aragón.

Por el Puerto de Benasque pasaron los primeros geógrafos, y exploradores, en su intento de hacer estudios topográficos y medir la altitud de las montañas de los Pirineos. Pero también, los primeros pirineístas franceses y de otros países para intentar conquistar las cumbres del macizo de la Maladeta.

Este es el caso de Louis Ramond de Carbonnières, que atravesó el Puerto de Benasque y que durmió en el Hospital de Benasque, en su viaje de exploración a los Montes Malditos, antes de ascender al Monte Perdido.




Louis Ramond de Carbonnières 1791-1840

También el Puerto de Benasque lo atravesó el primer conquistador de la Maladeta, Frederic Parrot el 28 de septiembre de 1817, junto a su guía de Luchón Barreau, para así ascender al día siguiente a la Maladeta.



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Frederic Parrot 1792-1841

La conquistadora del Viñemal, la inglesa, Anne Lister, el 29 de octubre de 1830, cruzó el Puerto de Benasque, pernoctando en el Hospital de Benasque.



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Anne Lister 1791-1840

Por supuesto, que los conquistadores del Aneto, el ruso, Platón de Tchihatcheff,  el francés, Albert de Franqueville, con el guía Jean Algaro y los cazadores de sarrios, Bernard Ursul y Pierre Radonet, el 18 de julio de 1842, atravesaron el Puerto de Benasque, pagando el preceptivo tributo a los carabineros españoles, descendieron la vertiente española del puerto por la Costera hasta el Pllan d’ Están y de ahí a la Renclusa, para conquistar el Aneto el 20 de julio de 1842.


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Platón de Tchihatcheff 182-1892


Y no podemos olvidar al “Águila de los Pirineos”, el Conde Henry Russel, que atravesó dicho puerto en repetidas ocasiones.

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Conde Henry Russel 1834-1909
A todo este tráfico de gentes, hay que añadir que al pie del pico de la Mina, en el lado español se encontró mineral, pirita de hierro, por lo que se estableció al pie del citado pico, aproximadamente entre los años 1880 y 1915, las instalaciones de la explotación de dichas minas por parte de la Compañía de Minas de Blenda y Galena.

Esta compañía francesa, bajaba a lomos de caballerías el material extraído, hasta la fundición existente en Luchón, dando  lugar a que en la planicie que hay junto al puerto y a los pies del Pico de la Mina, se llenaran de bocaminas, y demás construcciones de servicio: barracones, oficinas, cabaña de los carabineros, y una cabaña, llamada de Casa Cabellut, que era una venta-cantina, y que pertenecía a Francisco Cabellut

Esta cabaña, también fue frecuentada por turistas y pirineístas, entre los que podemos incluir al Conde Russel.

Casa Cabellut se puede considerar como el primer establecimiento con carácter puramente “hostelero” de toda la cadena pirenaica en sus dos vertientes.


Vista general de la planicie que precede al Puerto de Benasque, en plena época de explotación mineras. (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque)

La necesidad de comunicar un país con el otro, era tal, que Francia, en 1848, llego a comisionar a un equipo de ingenieros, que inspeccionara el Pirineo, con el fin de construir una carretera que uniera París con Madrid, atravesando el Pirineo Central. 

Esta comisión llegó a la conclusión de que el mejor punto para la construcción de un túnel de unos 2.360 metros de longitud,  que cruzara la cadena pirenaica, era  justo por debajo del puerto de la Glera.

También en 1857, se proyectó un ferrocarril que uniera Tolosa con Barbastro, cruzando la cadena montañosa, también por debajo del puerto de Glera, proyecto de los señores Barrande y Lèzat. Incluso se llegó a reivindicar que dicho Ferrocarril Internacional, debería de unir el puerto de los Alfaques, en Tarragona, con Bagneres de Luchón, pasando por Monzón y Benasque. 



De esta intención, existe una Memoria sobre el ferrocarril internacional por el Pirineo Central, del Puerto de los Alfaques, por Monzón a Benasque y a Bagneres de Luchón”, redactada por José Motiñó Dalmau, en 1884. Pero finalmente el proyecto del ferrocarril de Canfranc pesó más, relegando al olvido y convirtiendo en quimera, el sueño de unir Benasque con Luchón.

El sueño de comunicar ambos lados del Pirineo continuó hasta el pasado siglo XX, en el que a mediados del mismo, se reivindicó la construcción de una carretera que uniera Benasque con Luchón, por debajo del puerto de la Glera. En la década de los 70 del siglo XX, se estudiaron distintas alternativas sin concluir ninguna de ellas, salvo la construcción de la carretera A-139, que termina justo al pie del puerto de la Glera.

Tanto el Puerto, como el Hospital, continúo siendo muy usado hasta el primer tercio del siglo XX, pero en 1936, debido a la vergonzosa Guerra Civil Española, llego el fin para el libre uso del Puerto de Benasque, y el cierre para al uso civil del Hospital de Benasque.

Y como tantos otros pasos o mugas, el Puerto de Benasque y de la Picada, fueron testigos mudos del éxodo republicano en retirada, hacia Francia.

Benasque fue tomada por las fuerzas fascistas, el 14 de abril de 1938, pero desde el 30 de marzo y hasta el 6 de abril, 7.692 personas, entre civiles y militares, utilizaron los puertos de Benasque y de la Picada para huir del terror que les acechaba, llegando a Luchón, en donde fueron acogidos y posteriormente trasladados a diferentes campos de concentración. Algunos militares fueron devueltos a España a  las zonas republicanas en Cataluña.


Civiles y soldados republicanos, cruzando los Pirineos. International News Photos (15/04/1938) (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque)



Desarme de milicianos por los Gendarmes Franceses. International News Photos (13/04/1938) (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque)


Tras el lamentable episodio bélico que sufrió nuestro país, el Hospital de Benasque solo fue utilizado por el Ejército y la Guardia Civil, como punto de control del paso fronterizo, hasta que en la década de los cincuenta fue abandonado y dejado a merced del rigor climático.

El puerto se siguió utilizando, ya no de una manera comercial, más bien como estiva del ganado del Valle, y por montañeros, sobre todo franceses, cuando venían a visitar las cumbres de nuestros montes Malditos.

El Hospital en pocos años se convirtió en ruina, ocasionalmente utilizado como refugio de ventura ante una repentina borrasca de agua o nieve, que obligaba a guarecernos en él, o incluso a tener que  pasar la noche en alguna de las dependencias que aún quedaban en pie.

Estado del Hospital de Benasque en los años 80 del pasado siglo. (Foto cedida por la Fundación Hospital de Benasque)


Yo mismo, a principios de 1980, realizando esquí de montaña junto a unos compañeros, Manuel Navas y Zacarías Diez, pasamos una par de noches en lo que quedaba del Hospital.

Recuerdo, que mis compañeros, me contaron una curiosa historia sobre un fantasma, pero el relato resulto un poco confuso, el cual, recordé durante mucho tiempo.

Transcurridos muchos años, el montañero y escritor José Soler Carnicer, me hizo obsequio de su último libro publicado, “Leyendas del Peñón de Ifach y otras historias montañeras” editado por: Concejalías de Cultura de los, Excmos. Ayuntamientos de Petrer y Elda,  Cuentamontes Grupo Literario y Montañero.

En dicha publicación, y con mucha sorpresa por mi parte, en uno de sus relatos titulado:

“Historia verídica del fantasma del hospital de Benasque”, viene relatada la citada historia –verídica- de lo que sucedió allá por el año 1958 a Antonio Daza y Pepín Aranda, en dicho hospital, y que el primero, relato a José Soler… Pero lo mejor es que transcriba literalmente el relato,  autorizado verbalmente por el  autor, así que:


“Valencia, corría el año 1958, por el mes de febrero, me dijo Antonio Daza, uno de los protagonistas de esta historia, junto con Pepín Aranda, planificamos una travesía nacional invernal al Hospital de Benasque -refugio Chateau d'au- por el Port de Vielha.


El viaje desde Valencia lo hicimos tomando el ferrocarril, con dos transbordos y tres autobuses distintos nos llevaron en dos días a Benasque. ¡Qué tiempos tan distintos aquellos!

Llegamos a medio día, con el deseo de llegar cuanto antes al Hospital de Benasque. Era éste un antiguo refugio en ruinas, al­bergue en su tiempo para los viajeros que cruzaban el Puerto de Benasque, situado en un marco privilegiado a catorce kilómetros de Benasque por una pista montañera.

Nos hospedamos en la Fonda de Abadía. Le informamos de nuestros planes. Salimos inmediatamente porque pretendíamos llegar con la luz del día. El ritmo era rápido aunque cargábamos pesadas mochilas, con vituallas para diez días, piolet, cuerda, crampones y esquís.

Sin darnos cuenta nos atrapó una borrasca. Se hizo de noche en unos minutos y una copiosa nevada nos impidió ver más allá de unos metros. Después de varias horas de trasiego, extenuados, mojados y ateridos de frío, cubiertos con solo un anorak de tela de paracaídas y el jersey, temíamos lo peor. De pronto, una rá­faga de viento que casi nos derriba, la niebla se abrió ante noso­tros y apareció la muela del hospital, cual figura fantasmagórica.


Hospital de Benasque. C.E.C.; Fotografía de A. Oliveras, c. 1923 (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque)


El edificio estaba bastante ruinoso y con parte del techo de­rruido. Una escalera de madera bastante desvencijada daba acce­so a dos plantas y a una pequeña habitación en la primera. La ele­gimos para dormir y establecernos intuyendo que sería la que en mejores condiciones estaría, de todas formas a aquellas alturas no dábamos más de sí.




Hospital de Benasque, sala de los carabineros. C.E.C.; Fotografia A. Oliveras 1923 (Fotografía cedida por la Fundación Hospital de Benasque)

Descargamos los bártulos, sacamos los sacos de dormir y nos instalamos. A la mañana siguiente nos levantamos pronto y visualizamos el entorno y el itinerario a seguir.

Seguía nevando y decidimos esperar a que mejorara el tiempo. Rodeamos el edifico y confir­mamos que, efectivamente, una parte no disponía de techo. La escalera no había mejorado su aspecto y la estancia que había­mos elegido era efectivamente la mejor, por lo que decidimos continuar. Al pisar los escalones de viejísima madera con nues­tras botas de montaña, escuchábamos su crujir como en las pelí­culas de miedo.

El día pasó rápidamente y después de una frugal cena nos acostamos en los sacos de dormir.
Pero al filo de la medianoche, me despertó Pepín y me susurró al oído que no hablara y escu­chara. Entonces comencé a oír unos pasos y el característico cru­jir de la vieja escalera. Después, los pasos se escucharon en el pi­so superior. Nada, solo el ulular del viento, sin que viésemos a nadie. Entonces pasamos en vela toda la noche.

Nada más hacerse de día, subimos al piso de arriba. No había nada, ningún vestigio. Salimos a fuera para comprobar para ver huellas en la nieve recién caída. No había ninguna, ni de persona ni de animal. ¿Podía haber llegado alguien a tales horas con aquel infernal tiempo a un paraje tan desierto y helado? Pensando que si hubiesen sido montañeros o cazadores los autores de aquellos truculentos ruidos nos habrían saludado. No vimos a nadie. Pero es que, realmente, no había nadie y no era una mala pasada de nuestra imaginación.

Los ruidos de pasos y pisadas eran muy reales, por eso no había lugar a confundirlos con otro tipo de ruidos.

Continuaba el mal tiempo y nos dispusimos a pasar la noche. No disponíamos de otra iluminación que la de las linternas, cuyas pilas se estaban agotando, tan solo teníamos unas velas de esas que los montañeros llevamos en nuestras mochilas. Cenamos y nos acostamos, pero esta vez nos preparamos bien: velas, encendedores y piolets a mano.

Aunque tratamos de velar armas nos dormimos y, más o menos, a la misma hora que la noche anterior se inició en la escalera los tétricos crujidos en los escalones y los pasos en el piso superior.

Un escalofrío recorrió nuestros espinazos, encendimos nues­tras velas y cogimos los piolets y salimos a la escalera. Afuera so­plaba un fuerte viento, que ululaba, gemía y silbaba fuertemente. “¿Quién va ahí?”, gritamos. “¿Quiénes son?”, repetimos. “¿Quién es?”, volvíamos a decir. Todo estaba en silencio, tan solo se es­cuchaba el latir de nuestros corazones que casi se salían por nuestra boca.

Era una escena fantasmagórica. En una mano el piolet y en la otra la vela encendida cuya llama agitaba el viento que se colaba por las innumerables rendijas de las ventanas, produciendo sombras desproporcionadas y fantasmales.

Subimos al piso su­perior en cuyo lugar habíamos escuchado las pisadas. Nada, na­die; recorrimos toda la sala. Nada na-die. Nos mantuvimos des­piertos toda la noche y al día siguiente ya con luz natural explo­ramos concienzudamente.

Ningún vestigio, ni humano ni animal. Tampoco en los alrededores. Había dejado de nevar y, por lo tan­to, las posibles huellas no se hubieran borrado.

Vista la situación nos juramentamos para no pasar otra noche en aquel lugar y decidimos partir sin esperar a que la mejora del tiempo se hubiera consolidado. Recogimos todo el equipo y parti­mos inmediatamente. 

Felizmente realizamos la travesía proyectada y regresamos a Benasque. Allí contamos todos los incidentes al señor Abadía. En la fonda estaban preocupados y a punto de llamar a los Grupo de Socorro.

Nos dijo que nadie del pueblo había estado en aquellos para­jes cuyos accesos estaban controlados desde Benasque por la Guardia Civil y nunca se supo quiénes pudieron haber sido los autores de aquellos pasos en el Hospital.

Años después, durante nuestra estancia en el refugio d’Espingo, en los Pirineos franceses, mientras cenábamos y preparábamos la ascensión y escalada del día siguiente, escuchamos el rela­to de unos montañeros franceses sobre una situación similar que habían vivido recientemente.

Aquello despertó nuestro interés y les preguntamos por el lu­gar en el que habían vivido dicha experiencia. Cuando nos dije­ron que había sido en el valle de Benasque nos sorprendimos porque por culpa del mal tiempo tuvieron que pasar la noche en un refugio, y éste era, ni más ni menos, que el Hospital.

Pero la cosa no quedó ahí cuando ellos mismos añadieron que otros compañeros suyos habían relatado una situación parecida en el mismo sitio.

Los franceses nos dijeron que aquel misterio no obe­decía a causas naturales ya que fue una experiencia extraordi­naria sin explicación para ellos ni tampoco para nosotros”. 

(*) Relato cortesía de Antonio Daza y transcrito por José Soler Carnicer en la publicación reseñada en la bibliografía de este artículo.

Hoy en el siglo XXI, y desde finales del XX, el uso de estos puertos se ha recuperado, tanto en el Puerto de Benasque, como en el de la Glera, se puede decir que se utiliza mucho más que antaño. Actualmente tienen otro uso distinto, ya que su puesta en valor, ha atraído mucho turismo, ávido de conocer estas antiguas vías de comunicación,  y desde finales de la primavera, hasta comienzos del otoño,  los caminos de estos puertos son testigos de un continuo discurrir de gentes.

En la década de los años 90 del pasado siglo, el Ayuntamiento de Benasque, sacó a concurso la rehabilitación del antiguo hospital, lo que ha permitido que el hospital vuelva a estar en servicio, y dando continuidad a una vieja actividad de más de ochocientos años en el lugar, dinamizando la economía de la comarca.

Hoy tanto el puerto de la Glera, como el de Benasque, como el de la Picada, continúan siendo muy transitados, pero de senderista, montañeros, deportistas y de turistas. Sus senderos señalizados y dotados de paneles informativos, hacen que quienes los transitamos, lleguemos a conocerlos, y sentirlos como nuestros.

A todo ello ha contribuido de forma especial, la labor de divulgación del entorno que ha realiza la Fundación Hospital de Benasque, y su esfuerzo por recopilar, conservar y difundir  la historia, su historia.

Esta labor  que se realiza por parte de las instituciones, así como por la Fundación Hospital de Benasque es importantísima, ya que no hemos de olvidar, que para  que conservemos y cuidemos nuestro medio ambiente, primero hay llegar a amarlo, y para amarlo, hay primero que conocerlo. 





BREVE DESCRIPCIÓN DE LA RUTA:

La ruta que describo es circular, subiendo desde el hospital de Benasque hasta el Puerto de Benasque, por la Peña Bllanca y descendiendo por la Costera hasta el Pllan d’ Están, en las inmediaciones de la Besurta, y regresando de nuevo al hospital de Benasque.


ESCALA 1:10.000



DESCRIPCIÓN DE LA RUTA:

El horario al que hago referencia, es el horario total, es decir, con paradas a descansar, comer y hacer fotografías, es decir: 05:35 horas. El tiempo efectivo de marcha  sin tener en cuenta las paradas, es de: 03:40 horas.

1º- 00:00:0 horas: Partimos del hospital de Benasque, atravesado el Ésera por la palanca que hay junto al hospital, lo que nos sitúa en la planicie de la orilla derecha el Ésera. (Señalización vertical del GR-11)






Seguimos el trazado de sendero que discurren en sentido E. junto a un muro de piedra seca que llevamos a nuestra derecha.



2º- 00:12:00 horas: Llegamos a las ruinas en donde se ubicó el segundo, tercero y cuarto hospital al pie de la Montañeta.








Aquí cruzamos una palanca que sobre las aguas de la Canal de la Peña Bllanca, que se juntan con las del Ésera. 






3º- 00:16:00 horas: Al poco de cruzar la palanca y al comenzar a subir el sendero, encontramos una señal vertical que nos indica que a nuestra izquierda se sube al Portillón, por lo que abandonamos el sendero que va a la Besurta y a la Renclusa.





Ahora el sendero sube y en pocos metros nos sitúa sobre un amplio collado, aquí puede haber confusión, pues desde lo alto divisamos la continuidad del sendero que dejamos antes, y discurre por delante nuestro, por lo que hemos de tender a nuestra izquierda siguiendo por la orilla izquierda de la Canal de la Peña Bllanca y enseguida descubriremos las primeras revueltas del camino.




Ahora ya empieza la subida de verdad al puerto de Benasque, que en algunos tramos es algo empinada, pero lazada a lazada que traza el camino, vamos poco a poco tomando altura y descubriendo el paisaje que nos rodea. 







El camino va buscando siempre la línea NE.  En esta parte del sendero, pasamos por los tramos en los que fue tallado el camino en la roca.






Justo cuando estamos debajo de la Peña Bllanca, el camino tuerce a nuestra izquierda, según subimos en sentido N, para entrar en una vaguada, la cual la cruza entera y en rectos en sentido  NE-E y que nos sitúa en la planicie al pie del puerto de Benasque junto a los restos de la Casa Cabellut.






Aquí nos encontramos con una losa de piedra en la que están grabadas las distancias existentes a Benasque y a Luchón. Cerca de ella  hay una señalización vertical, que nos indica que a nuestra izquierda se va al Puerto de Benasque y a la derecha al hospital de Benasque por la Costera, que es el camino que seguiremos al bajar del Puerto.






Seguimos hacia el puerto, del cual nos separan 300 metros y escasos 5 minutos.





4º- 02:30:00 horas: Desde el Puerto de Benasque, volviendo la vista al sur, se puede comprender la fascinación que produjo semejante panorama a los turistas, pirineístas, montañeros, románticos, etc. que en su momento atravesaron este puerto por  primera vez. 




La verdad, es un cúmulo de sensaciones las que se experimentan cuando se atraviesa esta muga, la 332, y sobre todo, si antes de subir se conoce  su historia, la fascinación aun es mayor.



Vista hacia la vertiente francesa:




La panorámica desde el Portillón es espectacular hacia el macizo de la Maladeta. De nuestra izquierda a nuestra derecha tenemos:











El regreso es obvio, deshacemos nuestros pasos hasta la señalización vertical que nos indica al hospital de Benasque por la Costera. 


5º- 03:35:00 horas: En este punto torcemos a nuestra izquierda E-SE y solo hemos de seguir el trazado de camino, que pasa por las ruinas de las distintas edificaciones que hubo en su momento (caseta carabineros, Casa Cabellut, barracones etc.), a nuestra izquierda quedarán los Cllots del Puerto, algunos inundados.




En esta panorámica, se puede apreciar el por qué se le otorgaba mayor altura a la Maladeta que al Aneto, ya que al estar más al norte que el Aneto, su perspectiva le da apariencia de mayor altura. Solo cuando 1817, fue ascendida la Maladeta por Frederic Parrot, se puedo atestiguar sin duda, la supremacía del Aneto. 
Aquí podemos observa los resto que quedan de la Casa Cabellut y de la cabaña de los Carabineros.
A nuestra izquierda vemos cómo va ascendiendo el camino que se dirige al Port de la Picada.



El camino baja en principio en línea recta en media ladera descendente, hasta que llegamos a un punto que tuerce a la derecha, S. y en cortas lazadas va perdiendo altura.


Aquí torcemos a nuestra derecha.


Al fondo podemos ver el Refugio de la Renclusa, del cual este año 2016, se cumplen  100 años de su construcción en 1916.

El sendero ya baja con ganas hacia el el Pllan d’ Están.





El sendero que llevamos desemboca finalmente en el Pllan d’ Están, en el que encontramos señalización vertical. 
Aquí tomar dirección hacia el Hospital de Benasque, es decir a nuestra derecha según bajamos.





6º- 05:23:00 horas: A la izquierda E, se va a la Besurta y a la Renclusa, y a la derecha hacia el hospital de Benasque, nosotros derecha O.















El camino al que nos hemos incorporado, nos lleva directamente al hospital de Benasque. 




Aquí podemos observar, las huellas que deja el paso de un alud, concretamente, el de la canal de aludes del Paderna.



El sendero discurre por el mismo trazado de la pista de fondo de los Llanos del Hospital.

Pasaremos primero la Colladeta dels Aranesos, descenderemos y cruzaremos de nuevo la palanca sobre el torrente que viene de la Peña Bllanca, y volveremos a pasar por las inmediaciones del antiguo hospital.











7º- 05:35:00 horas: desde la planicie ya adivinamos el hospital y en 10 minutos ya llegamos al hospital de Benasque.







Fuentes: Agradecimientos, fuentes,y bibliografía:
·   
  - Toda mi gratitud y agradecimiento para Jorge Mayoral, que desde la Fundación Hospital de Benasque,  me ha asesorado y cedido muchas de las imágenes aquí publicadas.

  - Observaciones y anotaciones del autor del artículo, en varias visitas a la zona.

  Ballarín Cornel Ángel. “El Valle de Benasque. Formación, pasado, presente y porvenir delValle”  Edita: “La Editorial” 2ª edición 1974.   

·  Broto Aparicio Santiago. “El Valle de Benasque” Edita: Editorial Everest. 2ª edición 1981.

·  Capdevila Subirana Joan. “Historia del deslinde de la frontera hispano-francesa. Del tratado de los Pirineos (1659) a los tratados de Bayona (1856-1868)”  Edita: Centro Nacional de Información cartográfica 2009.

·    Dendaletche Calude. “Cumbres pirenaicas. Primeras ascensiones, documentos históricos” Edita: Sua Edizioak junio de 2002.

·  Escudier Jean. “El Aneto y sus hombres. La Maladeta”  Editorial: Montblanc – C.E.C. 1972.

·  Feliu Marcos. “La conquista del Pirineo” Edita: Sua Edizioak Segunda edición, junio de 2000.

· Olaechea Rafael. Viajeros españoles del XVIII en los Balnearios del Alto Pirineo francés” Edita<. Colegio Universitario de La Rioja. 1985.

·   Ona González y Calastrenc Carrére Carine. “Los hospitales de Benasque y Bañeras de Luchón. Ocho siglos de hospitalidad al pie del Aneto” Edita: Fundación Hospital de Benasque 2009

·     Russel Henry. ”Recuerdos de un montañero”  1ª edición en castellano. Edita: Ediciones Montañas y Hombres, S.L. Editorial Barrabes 2002.

·  Sancho Javier, Santiago Yaniz y Roger Llabrés. “Deslumbrados por la Maladeta”  Revista El Mundo de los Pirineos. Montaña, Cultura y Naturaleza. Nº 9 junio 2010. Sua Edizioak.

·     Schrader Franz. ”Pirineos 1874-1919” Edita: Organismo Autónomo Parques Nacionales. 2005.

·   Soler Carnicer José. “Leyendas del Peñón de Ifach y otras historias montañeras” Edita: Concejalías de Cultura de los Excmos. Ayuntamientos de Petrer y Elda, y Cuentamontes Grupo Literario y Montañero. Edición 2015.

·         Cartografía:
o   Aneto Maladeta. Valles de Benasque y Barravés. Editorial Alpina. Escala 1:25.000.
o   Carte de randonée. 1848 OT BAGNÈRES-DE-LUCHON LAC D’ OÔ. Escala 1:25.000 IGN de France.

·         Fotografías:
o   Las reseñadas, están cedidas por La Fundación Hospital de Benasque. Resto de fotografías, están realizadas por el autor del artículo.

4 comentarios:

  1. Muchas felicidades por el interesante trabajo. No sabrás dónde quedaba el paso viejo o de los caballos, de uso anterior al de la Glera?

    Tengo entendido que para pasar a Aran se usaba alguno más como el Coll del Toro.

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  2. Felicidades al autor por esta excelente descripción del itinerario. Solo recordar el libro de Angel Ballarín Cornel" Civilización Pirenaica. Vertigios ancestrales,toponímia, leyendas,refranes,adivinanzas y dichos" de su Benás. Ed.La Editorial. Zaragoza 1972.La cabaña Cabellud(2300m) es citada por la ascensión de Emili Juncadella a l'Aneto en agosto de 1910, como parada intermedia de su itinerario: Hospice de France, Puerto de Benasque y Benasque

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  3. He disfrutado mucho leyendo tu publicación que he encontrado trasteando en internet después de haber cruzado el puerto de Benasque, para satisfacer mi curiosidad histórica. ¡Y vaya que lo he logrado! Muy bien documentado. Muchas gracias.

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  4. Daniel Huerga Álvarez25 de junio de 2022, 14:12

    El anónimo soy yo.
    No me di cuenta de cambiar la pestaña y no me gusta no identificarme.
    Disculpa.

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